Permitid que me presente, estimados lectores: mi nombre completo es Henry Morton Stanley, explorador inglés de gran prestigio internacional.
¿Qué quieres saber?
Ficha de Livingstone Supongo
Videojuego: Livingstone Supongo
Sistema: AMSTRAD 464, 472, 664 Y 6128
Opera Soft
Programadores: José Antonio Morales Ortega, Carlos A. Díaz de Castro
Año: 1986
Guía para acabar el juego
Nací en Gales en el año 1841, aunque escapé en un barco hacia los Estados Unidos de América para cumplir el gran deseo de mi vida: llegar a ser periodista. Me establecí en Nueva York, y fue allí donde comenzó la más increíble historia que ningún hombre jamás haya podido contar.
Como cronista del New York Herald, me trasladé hasta Asia en busca de un interesante artículo sobre los mosquitos caretos de las Antillas. Después de vanos meses de incesante investigación, buscando como un desesperado un dichoso mosquito de esa especie, llegó hasta mis manos una cariñosa carta del director del periódico, rogándome amablemente que emprendiera la investigación sobre el paradero de un explorador británico perdido en Africa.
La carta decía exactamente: Busca a Livingstone o quedas despedido.
Me impidió enviar un mensaje de respuesta a mi director, por lo cual me dirigí al aeropuerto a tomar el primer vuelo que saliera hacia Africa. Me advirtieron que este continente era muy extenso y tardaría mucho tiempo en explorarlo, aunque de todas formas decidí empezar por el Norte. El avión me dejó en un lugar donde, nada más llegar, un tipo quiso venderme un transistor a muy buen precio. Era una ciudad llamada algo así como Zeta, o Zuta, o algo parecido.
Más tarde pregunté a un nativo de la zona, si había oído alguna vez hablar de David Livingstone, a lo cual me respondió muy amablemente: «Tumha tumha, te te, kachu kachu, pito pito», lo cual me aclaró bastante las ideas sobre qué camino debía escoger ... el del suicidio.
Decidí adentrarme en la selva y comenzar la búsqueda de una vez por todas. Tomé aire y …
Me encontraba en medio de la selva virgen. Examiné cuidadosamente mi ligera mochila: apenas tenía víveres para sobrevivir en esta empresa, con una pequeña rama conseguí construirme un poderoso boomerang; para mi defensa personal me hice con unas docenas de flechas, cedidas amablemente por un lugareño, que tuvo un leve encontronazo con ... mi boomerang.
Un picador que pasaba por allí, me restó la puya para utilizarla como pértiga en situaciones comprometidas y, finalmente, construí un buen montón de cócteles Molotov, rellenos con el whisky que pude adquirir en el «Super» de un poblado que acababa de atravesar. Ahora estaba bien equipado para la búsqueda.
Según atravesaba la espesa maleza de la selva, iba anotando todo aquello que tenía oportunidad de ver. Al final de mi aventura, había dibujado el mapa que podéis observar en estas páginas.
Me fue muy útil en mi segundo viaje por aquellas tierras, pues la selva estaba llena de peligros, trampas y numerosos enemigos, dispuestos a acortar la ya de por si corta existencia de un explorador.
La vida en la selva es aburrida y difícil; será por eso que los monos suelen entretenerse jugando a todas horas al tiro al Henry. Se ponían muy pesados, pero siempre les hacia entrar en razón a golpe de boomerang. Fue precisamente cuando estaba luchando contra los primeros monos juguetones, cuando algo me cogió del cuello de la camisa y me elevó por los aires. Había topado con el más exasperante de los enemigos que iba a encontrar en mi camino: el BUITRE.
Este inoportuno pajarillo estuvo merodeando durante todo mi viaje, esperando el más mínimo descuido para llevarme a su nido, justamente al principio de la selva, lo cual suponía una gran pérdida de tiempo y, sobre todo. de paciencia. De esta manera estuve siempre alerta, cuidando que el buitre «no me metiera un gol».
La primera vez que el pajarraco me trasladó hasta su nido, comprendí que no había sido del todo inútil. En su interior, se encontraba el mayor diamante que había visto en mi vida, del cual me apropié en vista de la carencia de dueño.
Tras atravesar de nuevo toda la selva, encontré el río Ethachungo (no sin antes tener varios encuentros amistosos con mi amigo el buitre), desde el cual avisté unas cavernas donde no me atreví a entrar.
Seguí río abajo hasta encontrar dos caminos: uno alto y uno bajo. Mi maniobra en este lugar fue la siguiente: lanzar el boomerang con todas mis fuerzas (iy mi mala uva! que todo hay que decirlo) contra un mono que se interponía en mi camino, e ídem con un escorpión; procediendo a continuación a situarme al borde del madero en el que viajaba y saltar con la pértiga hasta el camino alto.
Llegué a un poblado nativo: Machukakuche.
Siempre me habían dicho que los moradores de esta zona del continente eran tranquilos y hospitalarios, pero la flecha que atravesaba mi sombrero me hacia dudar de ello. Después de «boomeranguear» a dos de ellos, me coloqué a la derecha de unas arenas movedizas, CASI DENTRO DE ELLAS, y empleando la pértiga con una fuerza de 8 «neftons» (unidad de «fuerza»), salté por encima de unas chozas. Justo al iniciar el «despegue», había preparado el «boome», por si a mitad del camino aéreo, tal y como ocurrió, me cruzaba con un malhumorado habitante.
Durante el salto, pude avistar otro diamante encima de una torre de madera, que instintivamente cogí al vuelo (ime empieza a preocupar esta cleptomanía!).
Dejándome caer desde la torre, utilicé de nuevo la pértiga para saltar la segunda manzana de chozas. Caí cerca de la Cabaña de la Cruz Roja, donde tenían una manera muy particular de interpretar los primeros auxilios, y desde allí volví a saltar, terminando esta vez encima de una torre. Mi primera reacción fue echar a correr y al estar justo al borde de la tercera torre, decidí que lo mejor para mi salud era saltar nuevamente.
Delante de mí sólo quedaban dos chozas. Acabando con los nativos allí reunidos, me elevé por encima de una olla donde se guisaba el último explorador capturado, lo cual me hizo correr aún más, hasta llegar a un lugar donde se divisaba un boquete en la montaña.
No podía continuar, un cocodrilo me cortaba el paso. Al frente, en una palmera, un mono me lanzaba cocos como un descosido y, para terminar de liarla, apareció mi amigo el buitre justo sobre mi cabeza.
Había que actuar, y rápido. Tomé la pértiga y salté con todas mis fuerzas, cayendo encima de la montaña, la cual descendí hasta adentrarme en la cueva.
No sabía a dónde podía conducir aquel camino, pero el simple recuerdo del pajarraco me ponía alas en los pies.
¡Había encontrado una mina de oro! Estaba compuesta por dos pisos, donde trabajaban afanosamente los mineros, buscando el dorado metal, quepodía verse y olerse por doquier. Desde abajo vi también otro diamante, como los que había tomado «prestados» por el camino. Los operarios lo custodiaban celosamente y fue muy difícil hacerme con él.
Avanzando por abajo y hacia la derecha, encontré unas cuevas que me llevaran a una gruta, donde descansaba otra espectacular gema. De camino hasta aquí, tuve que deshacerme de muchos enemigos: escorpiones, murciélagos, serpientes y cazadores furtivos.
La gruta estaba dividida en dos partes por un pequeño lago, el cual intuí debía saltar para alcanzar desde el otro lado el diamante. Previamente, lancé una bomba con todas mis fuerzas, a fin de eliminar una molesta serpiente que merodeaba aquel paraje. Saqué la pértiga, y con una fuerza de unos cinco y medio neftons salté a la otra ribera.
Desde allí, la utilicé nuevamente, esta vez con una fuerza de 8 neftons, EXACTAMENTE, alcanzando así el diamante.
Regresé por el mismo camino por donde había venido y subí al segundo piso, teniendo cuidado con los vagones que circulaban por la zona. En la segunda planta, a la derecha, descubrí la salida de las minas, que daba a las montañas. Pero el peligro todavía acechaba y era ahora cuando la fiesta se animaba.
Las montañas estaban plagadas de trogloditas poco amistosos, con acantilados que terminaban en el mismo océano, y sirenas terriblemente cariñosas e incordiantes. Logré atravesar las montañas cargando el boomerang antes de pasar a la siguiente cordillera, lanzándolo nada más entrar en ella para eliminar a los trogloditas y saltando rápidamente al tronco que flotaba en el agua. Este me trasladaría de orilla a orilla, topándome en el trayecto con otro brillante para mi colección: ¡Ya tenía seis!
En la última montaña, liquidé al troglodita restante de un flechazo, saltando por encima de los objetos que me arrojaba. Repentinamente, se levantó un poco el viento y se formó un tornado, especialmente peligrosos por esta zona y poco recomendables para la salud de los exploradores, aunque había logrado conservar una forma física excelente, gracias a los víveres y bebida que había atesorado en mi camino.
Con tornado incluido, conseguí alcanzar tierra firme. Llegué a un lugar que se me antojaba familiar, donde nuevamente la flecha que atravesó mi sombrero por segunda vez, me hizo dudar sobre la buena fe de los nativos.
Acabando con los dos que encontré, salté por encima de una planta carnívora y me hallé al pie de un valle en cuyo fin parecía apreciarse una edificación.
Tomé la pértiga y salté con todas mis tuerzas, llegando hasta un lugar increíble: la entrada del templo sagrado de la diosa Spectrad.
Estas son las denominaciones que dan al templo los que aún no han entrado en él y los que se encuentran dentro, respectivamente. Dos guardianes alérgicos a los boomerangs cubrían la puerta detrás de ésta se encontraba el gran atrio, donde vivía eternamente la diosa Spectrad.
Las puertas interiores del templo estaban selladas, por lo cual estuve a punto de volver sobre mis propios pasos, cuando escuché la potente voz de la diosa, que me prometía abrir las puertas del templo si yo regalaba un valioso presente a cada uno seis hijos: Amstrud, Commotrad, Specdore, Commotrum, Amsdore y Joko.
Quise explicarle a la diosa con una sonrisa en los labios que yo no tenía nada de valor, cuando repentinamente los diamantes comenzaron a flotar en el aire dirigiéndose hacia ella. Las puertas se abrieron, y se reiniciaron de nuevo los problemas.
Atravesar el templo no fue muy difícil a pesar de los dardos venenosos. Lanzas, flechas encendidas en el techo nativos, llamas, precipicios, guardianes y cazadores furtivos que encontré por el camino. Ya empezaba a acostumbrarme a ellos: eran casi como de la familia.
Al salir del templo, estuve esperando, boomerang en ristre, la aparición de mi ya amiguete el buitre. Sabía que aparecería. Eliminé a una serpiente y salté por encima de la planta carnívora, gracias a la pértiga con una fuerza de 4 neftons. De repente, vi un gran pozo enfrente de mi, y acordándome del dicho «mi gozo en un pozo», decidí lanzarme dentro, parándome, tomando carrerilla, y saltando hasta él desde una flor amarilla del camino.
Estaba en el interior de unas húmedas y lúgubres cuevas. Un murciélago con cara de hambriento se acercaba hacia mi, así que había que actuar rápido: me sitúe en medio del segundo ladrillo empezando desde el borde y, tomando una mínima carrerilla, salté hasta caer en una repisa. Enfrente había una puerta: entré y activé con el boomerang la palanca que había en el techo.
Salí de nuevo y destruyendo todo bicho viviente volví a operar igual que en el primer tramo de cueva (colocándome encima del segundo ladrillo y saltando).
Siguiendo esta misma táctica encontraba la palanca que franqueaba la barrera que me impedía seguir avanzando.
Me dejé caer por la repisa y, ya abajo, salté por encima de un pequeño estanque hasta llegar a otra puerta. Andando durante algún tiempo, encontré un obstáculo con el que no contaba: un agujero me cerraba el paso y pronto me di cuenta que no podría saltarlo corriendo, pues la distancia era muy grande.
Con nervios de acero tomé la pértiga, y realizando un salto con una fuerza entre 4 y 5 neftons conseguí pasar milagrosamente tan peligroso escollo.
Mirando por él, comprobé que abajo había un estanque con pirañas.
Presentí que me estaba acercando a Livingstone. Al poco rato llegué a una llanura con un cocodrilo, desde la cual salté con la pértiga, apareciendo enfrente de la entrada de una casa custodiada por dos centinelas.
Naturalmente, mi compadre, el buitre, también merodeaba por allí. Cuando me deshice de ellos, comprobé que en la puerta del edificio había una placa donde se podía.
La historia dice que cuando vi por primera vez a David Livingstone le dije, como un buen flemático británico: «Livingstone, supongo»; pero la realidad es que lo primero que le dije fue : «Passsa colega, que morro gassstas, de pronto haces humo y al que colocan de marrón es a mí,,, sin embargo, esto es un secreto entre Livingstone, yo, y ... vosotros.
¡Qué no se entere nadie! Hasta la vista. Firmado: Sir Henry Morton Stanley.
Micromanía nº18 (1986)
Mercenario a sueldo desde que tiene uso de razón, nuestro protagonista se va a enfrentar con la difícil tarea de encontrar en la jungla al desaparecido doctor Livingstone. Tendrá que atravesar la selva, plagada de plantas carnívoras, serpientes venenosas y demás bichos; por si esto fuera poco, se enfrentará con los indígenas para recuperar los diamantes de la diosa de la danza; sólo entonces podrá plantearse en serio encontrar al desconsiderado excursionista. La diosa desatará su ira contra ti si no llevas contigo los diamantes, pero si está satisfecha te deleitará con el más sugestivo de los bailes, te dará ánimos para continuar.
No pretendo desvelaros las agradables sorpresas que se esconden en las diferentes pantallas. Sólo os diré que la ambientación es perfecta, pasaréis de la jungla a la mina como si frente a programas diferentes estuvierais.
Esta aventura de la nueva compañía Opera Soft aparecerá a la venta a mediados de noviembre. Reúne todas las características de un buen programa: admirables gráficos, agilidad en el movimiento, imaginación y un etcétera muy largo.
Hasta los más adictos viciosos del disparo están de suerte: además de encontrar a Livingstones, nuestro héroe tiene gran interés en encabezar la lista de los 10 mejores tiradores del mundo: para ello toma buena nota de cuantos seres extraños caen fulminados a su paso; ahora, tener en cuenta que la puntuación varía según la peligrosidad del atacante.
Nuestro protagonista no conoce la derrota: se ha lanzado a la aventura con la moral muy alta y cargado con lo imprescindible, un puñal, una pértiga, granadas y un boumerang. Ante todo ser prudentes, la selva es un elemento desconocido, sus entrañas encierran peligros desconocidos.
Necesitaréis algo más que habilidad para sortear los obstáculos que se crucen en vuestro camino. Sobre todo necesitaréis paciencia porque la complicación del juego os exigirá una gran precisión en los saltos.
Esta compañía ha apostado por la calidad, pronto competirá con las grandes compañías extranjeras. El programa que nos recuerda en parte al también español Sir Fred, ofrece los mismos ingredientes que hicieron de este programa uno de los de mayor venta en los mercados internacionales. Aplaudimos la iniciativa, la calidad siempre es bien recibida.
Amstrad Semanal nº77
En 1866, David Livingstone puso rumbo a África para intentar encontrar el nacimiento del río Nilo. Tras varios años de no tener noticias suyas, Henry Norton Stanley salió en su búsqueda en 1871.
¡Qué paradoja! El buscador tuvo que ser, al fin, buscado.
Las andanzas de Stanley, y las nuestras con él, empiezan ya en la jungla. Para poder defenderse en esta y pasar los obstáculos que se encuentre en su camino, nuestro aventurero cuenta con la posibilidad de utilizar un boomerang, un cuchillo, granadas de mano y una pértiga. Para seleccionarlos, solo tendremos que pulsar las teclas del uno al cuatro del teclado alfanumérico. Después seria interesante utilizar el joystick para movernos y usar conjuntamente el espaciador y la tecla CTRL (pausa en el juego), para dosificar bien la fuerza.
Si los indicadores de víveres y agua se encuentran bajos, Stanley podrá proveerse con los panes y alimentos, así como con los botijos, o botas de vino, que vera por algunas pantallas.
En la primera pantalla, ya dentro de la jungla, deberemos hacer una demostración de nuestra habilidad en el salto de pértiga, y subir al promontorio que se encuentra, más o menos, en el centro de la imagen.
Desde aquí, deberemos lanzarle una granada a la astuta viborilla que se encuentra en el montículo de la derecha con la finalidad de matarla y dejarnos libre el paso. Si lo conseguimos, deberemos utilizar de nuevo la pértiga para saltar al montículo y seguir nuestro viaje. Si fallamos en nuestro salto y caemos al suelo pueden ocurrir dos cosas: una, que caigamos en la trampa que se encuentra en el suelo entre los dos montículos, u otra, que caigamos en las fauces de una planta carnívora que se encuentra a los pies del segundo montículo. De la segunda opción, poco que decir, una vida menos y recordar que las plantas carnívoras no pueden ser eliminadas. Si caemos en la trampa, hay que tener cuidado con unos siniestros ojos que aparecen aleatoriamente y en cualquier lugar, pudiéndonos causar la muerte si nos tocan. Para salir del foso, tenemos que seleccionar el boomerang pulsando la tecla del número «2» en el teclado alfanumérico, y darle a la palanca situada en el techo para que se abra la puerta de madera que se encuentra en un lateral de la cueva.
Tanto si caemos y logramos salir —solo es cuestión de practicar con el boomerang—, como si no caemos y seguimos, en la siguiente pantalla deberemos saltar, cuidado con la trampa que hay en el suelo, y llegar hasta el promontorio que hay en el centro de la pantalla. Desde aquí lanzamos al último promontorio otra granada para matar una serpiente que allí hay, y saltamos a este lugar. Cuidado al saltar, debajo hay arenas movedizas En la siguiente pantalla tendremos que ser rápidos al cambiar la pértiga por el boomerang, u otra arma, y acabar con unos simpáticos, pero agobiantes gorilas, que nos recibirán a cocotazos.
Veremos casi inmediatamente como aparece en pantalla un águila que nos cogerá y llevará, en un rápido vuelo, al sitio donde se encuentra la primera gema del juego. ¡Que bien!, pensará alguno, menos trabajo. Se equivoca.
Recogemos la gema, si, pero esto significa la perdida obligatoria de una vida, para salir de donde esta la gema hay que ahogarse, y tener que volver al principio del juego. O sea, mucho cuidado con las águilas en la segunda vuelta, podríamos meternos en un bucle sin fin.
Después de pasar la zona de los gorilas, aparecemos al lado de un río en donde otro gorila, que pesados, nos recibirá a cocotazos.
Pues nada, le damos con el boomerang y saltamos con la pértiga utilizando toda nuestra fuerza para poder caer en una balsa y pasar de pantalla. Pero todo esto deprisa, que si no viene el águila y... otra vez a empezar.
Si esto no fuera así, seguiríamos el curso de la catarata y al llegar a la pantalla siguiente, deberemos saltar dentro de la cueva que hay justo debajo del chorro de la catarata. Si conseguimos esto, iniciaremos un «entretenido» recorrido por una siniestra gruta.
En esta se halla otra de las cinco gemas que deberemos recoger, para finalmente depositarlas en el templo de una diosa hindú. Pues nada, después de haber matado a unos cuantos murciélagos, lagartijas y escorpiones, deberemos utilizar nuestra pértiga para, en una pantalla que tiene una catarata subterranea, utilizarla con impulso de fuerza ocho y llegar hasta la gema.
Matamos otros bichillos y pasamos de fase.
Entramos ahora en la mina de diamantes.
Cuidado con los mineros locos, el pesado del cazador, las nubes de grisu y... las vagonetas.
Están sueltas y nos pueden atropellar debido a su vertiginosa velocidad.
En la parte superior de la mina deberemos recoger otra gema, bajar al suelo, continuar en la dirección en la que íbamos y, ya en la salida, librarnos del águila, acabar con el gorila, salvarnos de un cocodrilo al que no se puede matar y adentrarnos en el poblado de salvajes.
Una vez aquí hay que tener cuidado, aparte de con las flechas y lanzas de los fieros guerreros, con las trampas en el suelo y con el humo mágico capaz de matarnos. De las trampas nada nuevo que decir, y del humo que saltemos cuando le veamos aparecer. En el poblado hay que recoger otra gema y dar media vuelta, camino, otra vez, de la mina.
Una vez en ella, debemos llegar al corte en el techo de la galería inferior, saltar a la galena superior, acabar con los pobladores de esta zona y, cuando lleguemos a otro corte del techo, saltarlo, matar a un minero loco y pasar de fase.
Veremos de nuevo el río, en esta ocasión sin cataratas, y tendremos que enfrentarnos a sus barbudos pobladores, ademas de a unas... ¡sirenas de río! Para matar a los barbudos hay que utilizar el puñal con la máxima fuerza. En el caso de las sirenas, el arma a utilizar son las granadas. ¡Cuidado con los torbellinos! Si sobrevivimos a todo esto, y cogemos otra de las gemas que hay en esta fase, nos podremos dar por satisfechos.
Para pasar de etapa tendremos que coger unas balsas y saltar unos puentes. Cuestión de manejo de pértiga.
Si hemos saltado bien en la ultima pantalla de esta fase, pasamos al comienzo de otra etapa en la que nos tendremos que enfrentar a unos fieros aborígenes, ¡esquivar otra águila! y, si podemos, llegar hasta el templo en el que tendremos que depositar las cinco gemas. Si cuando lleguemos al templo nos falta alguna de las gemas, seremos mandados automáticamente a la pantalla donde se encuentre dicha gema. La recogemos y de nuevo al templo. O sea, mas vale recogerlas todas antes de llegar al santo lugar.
Bien, suponiendo que hemos depositado todas, atravesamos el templo en continua lucha con los nativos y esquivando las flechas que caen del traicionero techo, ademas de evitar también las trampas en el suelo y las bolas de fuego que caen del techo de una parte del templo.
Una vez fuera del templo, llegamos hasta la entrada de un pozo donde hay otro gorila, nos le cargamos y saltamos al interior del pozo.
Dentro del pozo, deberemos bajar saltando en zig-zag hasta que veamos que no podemos seguir bajando debido a que una empalizada nos cierra el paso. Pasamos por la abertura que hay en un lateral de pozo, y le damos a la palanca que hay situada en este estancia, esto abre la empalizada y continuamos el descenso. Otra empalizada vuelve a cerrarnos el paso.
Repetimos la anterior operación y continuamos. Cuando lleguemos al final del pozo, veremos una abertura en su derecha, saltamos a ella y seguimos a la hora de saltarlo, puesto que el salto hay que realizarlo con bastante precisión, si no...
Después de todo esto, llegamos a un descampado —cuidado con un cazador loco y unos nativos que hay aquí—, y vemos la entrada de una construcción, entramos y..., ¡¡¡Livingstone, supongo!!!
Si, era Livingstone: ¿seguro?
Este es el tema y desarrollo de un juego que, hasta ahora, es el que más nos ha impresionado de entre lo existente en el mercado para ordenadores Amstrad. Su originalidad esta fuera de toda duda, como también lo esta su calidad gráfica. El color es muy bueno, la definición gráfica notable y el movimiento esta bien logrado.
Una última advertencia: «cuando hayamos atravesado las pantallas de las sirenas, llegaremos a una en la que hay una piraña en el río; deberemos matarla, saltar a la balsa y evitar seguir el curso de la catarata saltando a la orilla donde se encuentra una planta carnívora. Si no logramos esto, y pasamos por debajo, tendremos que empezar casi desde el principio del juego».
Buen trabajo el de la gente de Opera Soft, enhorabuena.
Amstrad Acción
¡Gran señor este Livingstone! Resulta que el podrecido se ha perdido en la inmensidad de la selva y no ha vuelto a aparecer. Ni cortos ni perezosos el diario New York Herald envía a Henry Morton Stanley en su búsqueda. Henry es un gran conocedor del África y sabe que le esperan numérosos peligros por dondequiera que vaya, desde plantas carnívoras hasta serpientes, pasando por toda una tribu de exaltados indígenas que no son precisamente "moco de pavo". Mil y un peligros te desafiarán en la búsqueda del gran explorador. Qué menos que cambiar las latas de sardinas por un buen machete, un boomerang, una pila de granadas y una pértiga. Todas estas armas le serán de gran ayuda en una circunstancia u otra. Cada una apropiada a un tipo de acción específico, dependiendo en gran parte del lugar en el que nos encontremos y del enemigo a abatir Los machetes por ejemplo tienen un movimiento horizontal con caída por gravedad. Las granadas tienen un movimiento parabólico y el boomerang de sobra sabemos cómo funciona. La pértiga no nos sirve para defendernos pero nos sacará de muchas situaciones comprometidas, podremos esquivar obstáculos, saltar montañas, etc. Para usar tanto las armas anteriores como la pértiga contamos con un dispositivo de fuerza, de este modo si lo controlamos podremos disparar, arrojar o lanzar más alto, más bajo, más fuerte, menos. En pocas palabras, seremos capaces de llegar a sitios difíciles controlando el movimiento. la trayectoria y la calda del objeto que arrojemos.
Pero no sólo contarás con peligrosos enemigos, también deberás de tener en cuenta tus niveles de nutrición e hidratación. No los dejes que bajen mucho ¿eh? Si lo haces nuestro amigo.
Henry Morton Stanley no "supondrá" nada.
Livingstone Supongo, es un gran programa, con un nivel de adicción tremendamente alto y con unos gráficos divertidos y muy buenos. No hay duda de que dentro de muy poco (al menos a nosotros nos gustaría que fuera así) este juego estará a la cabeza de las listas Si queréis divertiros un buen rato éste es un buen programa ¡Palabra!
Amstrad Semanal nº66
De pronto, el suelo cede y un desgarrador aullido rompe el silencio de la jungla. Cuatro o cinco metros de caída libre, los tobillos duelen y cuesta trabajo incorporarse.
Pronto nuestros ojos se acostumbran a la profundidad de la gruta; arriba en un recodo divisamos una pequeña palanca. Sacamos el boomerang, calculamos la distancia, y ssshhhh..., fallamos; volvemos a intentar, ahora desde un poco más atrás, ssshhhh... La empalizada de madera se levanta pesadamente, sin pensárnoslo dos veces montamos la pértiga, flexionamos los músculos y zaaapp.
Por fin nuevamente la luz, pero... ¡boooommm!, esta vez nuestros reflejos nos han salvado de la picadura mortal de una víbora.
Quizás, sea excesivo una granada contra un reptil, pero en la selva todo sirve, vencer o morir.
En esto del software, muchos son los que empiezan, algunos los que continúan, y pocos, por desgracia muy pocos, los que permanecen.
En este caso nos encontramos con gente del primer grupo, un puñado de jóvenes que empiezan en la movida del software y que dado el nivel de calidad de su primer juego, podemos apostar, yo estoy seguro de ello, que estarán mucho tiempo entre nosotros.
Su primera producción, a la que nos referíamos en las primeras lineas, es buscando al doctor Livinstong, un excelente videojuego.
Sistemas
Valoración de Livingstone Supongo
Micromanía nº18 (1986)
- Adicción: 4/5
- Gráficos: 4/5
- Originalidad: 4/5
- Valoración: 5/5
Amstrad Semanal nº77
- Originalidad: 5/5
- Gráficos: 5/5
- Movimiento: 5/5
- Sonido: 5/5
- Dificultad: 5/5
- Adicción: 5/5